El 11 de
septiembre de 2001 parecía otro día dentro de la normalidad en el ritmo de
Ponce, Puerto Rico, con su clima, su sol y sus afanes.
Pensaba en mis
propios asuntos y al mismo tiempo, cumplía mis tareas en el trabajo. Todo
cambió con una llamada telefónica de la familia de una compañera de trabajo,
indicándole que Estados Unidos estaba siendo atacado en Nuevo York, en contra
de las torres gemelas. No lo podíamos creer y lo primero fue sintonizar la
radio.
Era algo increíble un ataque a un área tan
importante de Estados Unidos que se suponía segura, impenetrable o por lo
menos, que de inmediato se activaría el mayor sistema de seguridad (hoy todavía
parecen increíbles las dantescas escenas, o una pesadilla de la que deseamos
despertar).
Nos movimos a
la cafetería más cercana, Tompy, en donde había un televisor. Se
sentía un ambiente diferente en la zona histórica de la Ciudad Señorial. Algo
detenía al tiempo. Algo detenía los asuntos personales y los afanes. Los
rostros ante el televisor eran inenarrables. Era como otro mundo.
Al ver caer la
torre gemela, sentí un ahogo. El pensar en tantas personas muriendo en tan
importante obra-símbolo, en algo que no era efectos especiales de cine, sino
realidad, los lágrimas eran tan sentidas que ni salieron. Luego, se dio el
ataque al Pentágono y más tarde, surgen las informaciones sobre el vuelo
estrellado.
Una y otra vez
pasaban los reportajes en los medios. La nota discordante fue dada por unos
pocos mal llamados “analistas” que desvirtuando la intelectualidad, trataban de
justificar un ataque que no fue solo contra EEUU, sino contra la humanidad.
Desde ese
tiempo, se consolidó la bandera norteamericana como bandera multicultural; como
Bandera de la Humanidad que une culturas. Desde ese tiempo, la bandera
norteamericana también está presente en mi escritorio, junto a la de Puerto
Rico.
Es la bandera
de los Estados Unidos también nuestra bandera, no sólo por la ciudadanía
americana, sino por lo más importante, que es lo humano y la fe en un Dios
Creador de Amor y Vida que une culturas. Recordemos siempre cómo Luis Muñoz
Marín habló de las astas de la libertad y la cultura que ve hermanos y no
extranjeros.
De los días
siguientes, recuerdo los mensajes de fe. Unos fueron acertados para alentar la
fe y voluntad de crecer y levantarnos. Otros tomaron el rumbo desatinado de
buscar crear sentido de culpabilidad. Como es imposible que el Espíritu de Dios
inspire mensajes contradictorios, en ese tiempo también quedaron al descubierto
y al desnudo los que tienen nublado el corazón y turbada la conciencia.
Ciertamente
los que transmiten odio por la boca y buscan destruir vidas (moldeando un
“dios” que se ajusta a unas agendas particulares que no infunden paz ni
realización verdadera), no son tan diferentes en la esencia, de los terroristas
que engañan, roban, atentan y matan.
Recuerdo que
un politólogo hoy fallecido, transmitió niveles de satisfacción por lo ocurrido,
en la línea de “¿Querían defensa común? ¡Ahí tienen defensa común!”. Sentí
tanta indignación ante tal nivel de insensibilidad hacia los fallecidos y sus
familias, que no volví a escuchar su programa radial.
Lamentablemente
no fue el único y hay quienes siguen en ese confusionismo, pero afortunadamente
el sentir mayoritario en el país, no sigue esa línea de fomentar el antagonismo
en contra de Estados Unidos. Que no prevalezcan los fines de los de la
“libertad” sin libertad integral y tolerancia, que nada bueno aportan.
Ciertamente los que transmiten odio por la boca y buscan destruir vidas
(fabricando una noción de “patriotismo” que no lo es, sino que busca alimentar los peores
instintos y apetitos, y beneficiar a unos pocos a costa de la escasez y dolor
de muchos), no son tan diferentes en la esencia, de los terroristas que
engañan, roban, atentan y matan.
A 13 años de
distancia de un día con múltiples historias y recuerdos, es evidente que el
mundo cambió desde ese tiempo. No puedo decir que todos cambiaron o son
mejores. Tampoco puedo decir que cesaron los libretos memorizados, que
perdieron su vida útil, de que por algo permitió el Altísimo algo así.
La forma en
que Estados Unidos sigue adelante, es el mejor testimonio para todo el mundo. Puede más la
visión trascendente que las teorías de conspiración y los juegos de palabras
que tratan de ocultar niveles de satisfacción enfermiza por lo ocurrido; que
ninguna fabricación o argumentación desvíe el entendimiento necesario sobre la
realidad de los movimientos terroristas del maligno.
El ataque no
fue solo a Estados Unidos porque murieron personas de diferentes razas y
culturas, y la historia de atentados confirma que fueron ataques en contra de
la humanidad. Una gran verdad: la suma de pecados que se pueda adjudicar a
Estados Unidos no justifica los atentados.
Sea hoy un
buen día para orar por los héroes y por quienes luchan en contra de tantas
otras manifestaciones del terrorismo, como el crimen, el chisme y la
difamación, la violencia, los abusos, los menosprecios, el ascender a base de
los peores estilos, las injusticias, la corrupción, y los males en contra de la
vida en todo lugar y escenario.
Que los
mensajes de hoy, no se pierdan en utopías, no se desvirtúen en libretos
memorizados y no sean más de lo mismo. Que hoy, los pensamientos de edificación
mayor, rompan rutinas y perfeccionen asuntos personales y afanes, para ser
mejores seres humanos. Dios dé descanso a los fallecidos y nuevas fuerzas a
quienes perseveran. Dios ilumine a todos en el planeta que es hogar y patria de
todos.
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"Even the smallest act of
service, the simplest act of kindness, is a way to honor those we lost, a way
to reclaim that spirit of unity that followed 9/11”. --President Barack Obama
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