En el mensaje
transmitido el 6 de mayo de 1992, el entonces gobernador Rafael Hernández Colón
habló sobre la iniciativa histórica de privatizar los residenciales públicos.
Dijo:
·
“Ahora, quiero que todos los residentes de nuestros
residenciales tengan completamente claro que lo que se esté privatizando es la Administración
de los residenciales y repito, lo que se privatiza es la administración, NO los
apartamentos. Por eso, ningún residente se verá afectado en su derecho al
apartamento que ocupa. Tampoco variarán los criterios de elegibilidad para residir
en vivienda pública”.
Explicó Hernández Colón:
·
“De lo que se trata es
de cambiar para mejorar la administración del residencial, de mejorar las condiciones
físicas del mismo, de proveer mayor seguridad a las familias. Lo que ocurrirá
es que el trabajo que ahora hacen los administradores y los empleados de
Vivienda Pública, lo harán contratistas privados que operarán los residenciales
bajo contrato con el gobierno”.
Dijo Hernández con suma sinceridad:
·
“He tratado de
resolver los problemas de los residenciales siguiendo las formas tradicionales
establecidas en Puerto Rico y no ha sido posible. Frente a esa situación no nos
vamos a cruzar de brazos. Hay demasiadas familias viviendo en condiciones intolerables
para que nos dejemos amarrar por estilos del pasado que los gobiernos modernos
tienen que superar si han de prestar la calidad de servicios a que nuestro
pueblo tiene derecho. Sé que esta acción va a encontrar resistencia de los
intereses creados burocráticos y de políticos de corta visión. Pero, estoy
convencido de que cori esta acción le estoy sirviendo bien a esas familias de
nuestros residenciales, la determinación que he tomado es por ellos y para ellos
y tengo confianza de que cuando este año esté llegando a su fin, todos
estaremos contentos por haber tomado la acción correcta”.
Lo comenzado en 1992 ha funcionado bien y
procede entender que la edificación de los residenciales públicos fue un gran
paso de progreso y justicia social. Los problemas sociales que se desarrollaron
con el paso de los años, no significa que el concepto sea malo, sino que hay
que profundizar en promover una nueva conciencia de plena vida comunitaria e
integral bendición.
Ante el tema de la renta en los residenciales
públicos, nuevamente hay que superar formas tradicionales de ver las cosas. Lo
primero es entender que los residenciales públicos NO son almacenes de personas
ociosas y dependientes; son áreas comunitarias con seres humanos que merecen
respeto a su dignidad.
El que haya quienes fallan en el residencial
público (en lo que violente la ley o en cualquier otra forma), no significa que
todos fallan. La esencia de pecado aplica a todos por igual y tomando en cuenta
que han ocurrido tragedias en sectores acomodados, lo que procede es promover
una perspectiva más justiciera y salomónica. No sirve bien el marcar y negar el
derecho a vivir y prosperar a quien reside en el residencial público.
¿Cómo lograr que el país crezca creando aisladas
y confrontadas islas dentro de la Isla de limitada extensión territorial? El gran
reto creativo es enfrentar las causas de las brechas socioeconómicas y falta de
equidad, y promover alternativas educativas sobre sana y bendecida convivencia y
de rehabilitación a quienes necesitan ayuda, con el fin de promover una mejor
calidad de vida.
Un significativo número de personas en los
residenciales públicos laboran y pagan renta y los servicios básicos. Aportan
mucho al país y no se mueven a buscar otra opción de vivienda porque en el
sector privado va más allá de lo que pueden sufragar.
Sería excelente por parte del Gobierno poder
ayudar a más efectivamente a estas familias que puedan desear otra opción de
vivienda más allá del residencial público; sin que eso implique algún
sentimiento negativo, sino la búsqueda de maximizar los alcances y recursos de
la obra de justicia social.
Todos los que optan por habitar en los
residenciales públicos merecen ser reconocidos en toda su valía y todo lo
positivo y edificante. Merecen ser apoyados como parte de la gran familia
puertorriqueña y por ende, deben caer los muros de estigmatización y
segregación en la Isla del Cordero. Dios ilumine a todos.
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