martes, 23 de septiembre de 2014

Los residenciales públicos NO son almacenes de personas ociosas y dependientes; son áreas comunitarias con seres humanos que merecen respeto a su dignidad.

En el mensaje transmitido el 6 de mayo de 1992, el entonces gobernador Rafael Hernández Colón habló sobre la iniciativa histórica de privatizar los residenciales públicos. Dijo:
·         Ahora, quiero que todos los residentes de nuestros residenciales tengan completamente claro que lo que se esté privatizando es la Administración de los residenciales y repito, lo que se privatiza es la administración, NO los apartamentos. Por eso, ningún residente se verá afectado en su derecho al apartamento que ocupa. Tampoco variarán los criterios de elegibilidad para residir en vivienda pública”.
                    
Explicó Hernández Colón:
·         “De lo que se trata es de cambiar para mejorar la administración del residencial, de mejorar las condiciones físicas del mismo, de proveer mayor seguridad a las familias. Lo que ocurrirá es que el trabajo que ahora hacen los administradores y los empleados de Vivienda Pública, lo harán contratistas privados que operarán los residenciales bajo contrato con el gobierno”.

Dijo Hernández con suma sinceridad:
·         “He tratado de resolver los problemas de los residenciales siguiendo las formas tradicionales establecidas en Puerto Rico y no ha sido posible. Frente a esa situación no nos vamos a cruzar de brazos. Hay demasiadas familias viviendo en condiciones intolerables para que nos dejemos amarrar por estilos del pasado que los gobiernos modernos tienen que superar si han de prestar la calidad de servicios a que nuestro pueblo tiene derecho. Sé que esta acción va a encontrar resistencia de los intereses creados burocráticos y de políticos de corta visión. Pero, estoy convencido de que cori esta acción le estoy sirviendo bien a esas familias de nuestros residenciales, la determinación que he tomado es por ellos y para ellos y tengo confianza de que cuando este año esté llegando a su fin, todos estaremos contentos por haber tomado la acción correcta”.

Lo comenzado en 1992 ha funcionado bien y procede entender que la edificación de los residenciales públicos fue un gran paso de progreso y justicia social. Los problemas sociales que se desarrollaron con el paso de los años, no significa que el concepto sea malo, sino que hay que profundizar en promover una nueva conciencia de plena vida comunitaria e integral bendición.

Ante el tema de la renta en los residenciales públicos, nuevamente hay que superar formas tradicionales de ver las cosas. Lo primero es entender que los residenciales públicos NO son almacenes de personas ociosas y dependientes; son áreas comunitarias con seres humanos que merecen respeto a su dignidad.

El que haya quienes fallan en el residencial público (en lo que violente la ley o en cualquier otra forma), no significa que todos fallan. La esencia de pecado aplica a todos por igual y tomando en cuenta que han ocurrido tragedias en sectores acomodados, lo que procede es promover una perspectiva más justiciera y salomónica. No sirve bien el marcar y negar el derecho a vivir y prosperar a quien reside en el residencial público.

¿Cómo lograr que el país crezca creando aisladas y confrontadas islas dentro de la Isla de limitada extensión territorial? El gran reto creativo es enfrentar las causas de las brechas socioeconómicas y falta de equidad, y promover alternativas educativas sobre sana y bendecida convivencia y de rehabilitación a quienes necesitan ayuda, con el fin de promover una mejor calidad de vida.

Un significativo número de personas en los residenciales públicos laboran y pagan renta y los servicios básicos. Aportan mucho al país y no se mueven a buscar otra opción de vivienda porque en el sector privado va más allá de lo que pueden sufragar.

Sería excelente por parte del Gobierno poder ayudar a más efectivamente a estas familias que puedan desear otra opción de vivienda más allá del residencial público; sin que eso implique algún sentimiento negativo, sino la búsqueda de maximizar los alcances y recursos de la obra de justicia social.

Todos los que optan por habitar en los residenciales públicos merecen ser reconocidos en toda su valía y todo lo positivo y edificante. Merecen ser apoyados como parte de la gran familia puertorriqueña y por ende, deben caer los muros de estigmatización y segregación en la Isla del Cordero. Dios ilumine a todos.






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