domingo, 21 de septiembre de 2014

¿Tiene una peseta?

“¿Tiene una peseta?”; ¿Cuántos a diario escuchamos esa expresión que se da en tono de súplica por una limosna? Con toda sinceridad, van en aumento los que piden más de una peseta y en la mayoría de los casos, es para satisfacer un vicio.

Es cierto que hay quienes piden para comer, pero en la mayoría de los casos, se trata de un vicio que no pueden controlar. ¿Por qué caer en un vicio autodestructivo? La respuesta a esa pregunta es propia para otro texto, pero tan autodestructivo como la droga ilegal, es el alcohol sin freno, la gula, la corrupción, el fanatismo ciego, el cainismo y el odio, en fin, todo lo desmedido que hace daño.
En la mayoría de los casos, quienes piden sentados en la calle o exponiéndose a un accidente en las calles, carreteras y avenidas, lo hacen por condiciones y circunstancias que les superan. Piden ayuda sintiéndose en el fondo de un abismo. Sin embargo, ¿cuántos de los que aparentemente están bien, en la mayor intimidad piden a Dios sintiéndose en el fondo de un abismo?

Quien no tiene techo o está en la mayor miseria, pide y puede recibir en un momento dado lo que sea el único bocado del día o irónicamente, la dosis que le dé otro día de vida. No obstante, ¿cuántos de los que aparentemente están bien, en la mayor intimidad piden a Dios el bálsamo urgente, el último recurso de ayuda o lo que pueda dar un nuevo respiro al darlo todo por perdido?

Antes los que piden limosna, recordemos que nadie está exento de poder caer en un nivel así de escasez (¡cuántos pierden todo de momento y en ese punto, descubren a los amigos sinceros y lo verdaderamente valioso, significativo e importante!).

Reconozco que a veces doy esa ayuda y a veces no, pero siempre les doy el respeto que merece la dignidad humana y en todo lo posible, la exhortación cristiana para buscar un mejor rumbo de vida. Quien lea estas palabras, tiene derecho a dar o dar la limosina, pero que haya respeto a la dignidad humana.

Tristes y decepcionantes son los casos en que se desea que siempre haya pobreza extrema para poder dar imagen. Peores son los dos extremos de:
·         El culto a la pobreza que cierra puertas al progreso y la integral bendición.
·         El establecer que no se aceptan deambulantes, mendigos y adictos en la congregación porque no tienen para dar, ya que eso cierra las puertas a Jesús.

Ante los rostros suplicantes, que no piden por deseo, a veces me pregunto si cada uno vive un nivel de súplica en la medida que busca superar un mal que agobia, levantar a un ser querido, superar una herida profunda o lograr de Dios la dádiva que sólo Él puede conceder para hacer realidad una nueva vida.

Es sencillo criminalizar a esas víctimas. Lo que más que se necesita es trascender  lo sencillo y comprender que la peor delincuencia no está esas almas enfermas que buscan suplicantes el mismo nivel de milagro sanador y liberador que le pedían a Jesús en su recorrido. La peor delincuencia está en los que son como los “sepulcros blanqueados” que señalaba el Maestro; esos son, en algunos ejemplos:

·         Los que se sienten superiores y en vez de agradecer y consagrar cada día adicional de vida, lo marchitan con malas obras.
·         Los que, en la empresa pública y la privada, hacen de la corrupción un modo de vida (la corrupción no solo se manifiesta en el robo de dinero, se manifiesta también en el robo de ideas, el maltrato laboral, el tergiversar el refrán de “donde manda capitán no manda marinero” para justificar abusos, en fin, la lista es larga).
·         Los que tergiversan y adulteran el mensaje cristiano para manipular y lograr fines ajenos a la sana doctrina enseñada por Jesucristo.
·         Los que desvirtúan la función política para alimentar la vana gloria y fomentar lo peor que divide y desnaturaliza en vez de lo mejor que hace patria.

En fin, no sigamos, promovamos ni alimentemos a los que disfrazados de autoridad legítima, no respetan y buscan convertir a los demás en personas que necesitan de dádivas y limosna. No es tiempo de humillarnos, sino de levantarnos en fe y amor, sabiduría y valor; reverdecer y restaurar. Hay luz y esperanza…

En San Juan 10:10 Jesús dice que vino para que tengamos “vida en abundancia”; y en
San Mateo 25:34-40 dice:
·         “Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.

La prosperidad adquiere santidad en la ruta que agrada a Dios. La mayor bendición se nutre de humildad y sana conciencia. Aprendamos de los más humildes y luchadores que con fe y voluntad, hacen de cada día de vida una real hazaña. Demos al Señor la ofrenda de un nuevo ser, que se manifiesta en la conducta que dé luz y abra ojos hacia el bien, la dignidad, el amor y el valor, el honor y la igualdad. Dios ilumine a todos.














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